viernes, 18 de enero de 2013

Más profundo (y aterrador) que la ideología

Hace cosas de unos días, tuve la oportunidad de leer una gran entrevista en la gran web JotDown, efectuada al Gran Woming. Como toda gran entrevista que se precie, esta logró plasmar con una gran fidelidad la personalidad e ideas del entrevistado, hasta el punto que poco menos que podías visualizarlo tomándose unas cañas contigo mientras la leías. Sin embargo, el texto en cuestión lo que logró, sobre todo, fue deprimirme. Y aterrorizarme.

Gane quien gane, todos perdemos





Ya sé que es una entrevista de un personaje mediático (por muy sincerado que esté), y tampoco es cuestión de hacer de Wyoming un villano de opereta (de hecho, también dice cosas de lo más sensatas en la entrevista), pero me pareció un botón de muestra sobre una manera de ser profundamente española, y profundamente espantosa sobre nuestra "cultura política", que nos llevó en su momento a la guerra civil y que ahora con el recrudecimiento de la crisis, nos está volviendo todavía más radicales, más resentidos y por qué no decirlo, más gilipollas.

No se trata de que se tenga una ideología u otra. Ese nunca ha sido el problema. Los españoles no entendemos (ni queremos entender) que el problema rara vez es una ideología concreta, si no la relación que se tenga con dicha ideología. Los españoles no entendemos que se puede ser fanático de cualquier causa e idea, por muy buena y maravillosa que esta nos resulte (¡Preguntad a Apple!), piedra con la que tropezamos una y otra vez en nuestra historia, creyendo que era la idea, y no nuestra actitud ante esta, el problema. "Durante la edad media seguíamos una religión intolerante y de ahí la inquisición". Error: Éramos unos fanáticos intolerantes emperrados en ver enemigos por cualquier lado, y de ahí la inquisición. Podíamos haber sido musulmanes, hindúes o adoradores del monstruo de spaguetti volador, y el resultado hubiera sido el mismo, desplazar la culpa propia hacia algo externo ("las ideas", "la sociedad"; "los políticos", "el diablo que nos tienta") en vez de asumir la responsabilidad personal es una autojustificación pueril y cutre. Ahora no congratulamos y nos damos palmaditas en la  espalda porque creemos que al haber cambiado de ideologías hemos cambiado nuestra manera de ser ¡Ya no somos franquistas ni religiosos, hemos superado el fanatismo! ¡Ahora toca sustituir el fanatismo religioso por el político, fíjate cuanto hemos avanzado! Oh, gran logro, y gran autoengaño, también.

Y es que el fanatismo es un problema mucho más profundo que la ideología. Es un serio problema personal (rayano en la enfermedad mental) y siempre, a lo largo de todos los siglos, sigue el mismo esquema maniqueísta:

- El mal en el mundo proviene de una misma causa y tipo de personas. Póngase aquí su Némesis favorito: los fachas, los rojos, el FMI, los sindicatos, la religión, la homosexualidad, lo que sea.
- Estás o conmigo o contra mí: quien no comparte mis ideas es a la fuerza malvado, ergo...
- Estamos rodeados y asediados por villanos que viven entre nosotros ¡Qué empeño tiene la gente en pensar de manera distinta de la mía! ¡Y se hacen pasar por seres humanos y todo!
- Tan gran de es la maldad de esas gentes, que sus enemigos se convierten en mis amigos: lo que sea con tal de pararles los pies a esa chusma. Seguro que nada puede salir mal de semejante planteamiento.
- Ah, y no os preocupéis, que yo soy un héroe que voy a rescatar al mundo de esos villanos. Dedicaré mi vida a luchar contra ellos: me convertiré en un "anti", definiéndome no por aquello que amo si no por lo que odio.
- Y rescataré al mundo de esas gentes odiosas de manera incansable en todos los ámbitos personales que toque. No hay acción inocente, todo forma parte de una gran "guerra cultural" total a muerte que abarca todos los aspectos de la vida, sin excepción: desde tu equipo de fútbol favorito hasta las películas que te gustan. Todo debe de ser monitorizado y juzgado para encajar con mi visión total del mundo (de ahí la palabra "totalitarismo"). No hay excepciones,  ni término medio, ni lugar para la discrepancia o el individualismo.

Astuto lector ¿Ven alguna relación entre las anteriores afirmaciones y las de Wyoming? Porque a mi me da que completa la checklist, casi punto por punto:


- Estás o conmigo o contra mí: quien no comparte mis ideas es a la fuerza malvado


¿Ves mejor que los jueces se elijan por mayoría en el Parlamento? Porque entonces también están politizados.
Pero es que hay dos opciones: lo elige el Parlamento o lo elige la extrema derecha. Por lo menos en el Parlamento de vez en cuando ganan demócratas.


- Estamos rodeados y asediados por villanos que viven entre nosotros


Y por alguna razón llamada Transición llega el 20 de noviembre de 1975, se muere Franco y se mueren 40 millones de españoles. No es verdad, cojones, eso es mentira. Esos señores existían y siguen existiendo. Y aquí había una cola de días para ver al muerto. ¿Se muere Franco y de repente esa gente se vuelve comunista? ¿Pero qué gilipollez es esa? Eso está aquí.

- Ah, y no os preocupéis, que yo soy un héroe que voy a rescatar al mundo de esos villanos. Dedicaré mi vida a luchar contra ellos: me convertiré en un "anti", definiéndome no por aquello que amo si no por lo que odio.


El intermedio es un programa con una tendencia ideológica muy clara. 
Sí, somos antifascistas, pero me parece muy bien

Q.e.D

Y me da que esto no es un caso aislado. La misma mentalidad se puede encontrar un gran número de tertulianos de Intereconomía, diputados o, simplemente, votantes habituales de tal o cual partido, de esos que nunca cambian su voto allá les maten y que, según varios sondeos, abundan de manera desproporcionada en España respecto a otras democracias europeas. Que con la que está cayendo la estimación de voto conjunta del PP y PSOE siga teniendo una mayoría absoluta dice pero que mucho del grado de polarización y hooliganismo político de los españoles.

Y es que cuando hablamos de fanatismos, la ideología acaba por ser poco más que una capa de pintura bajo la cual habita la misma actitud vital. La misma mierda, con distinto color y tropezones de maíz, vamos: un fanático es un pobre personaje con ego monstruoso y complejo de héroe y, por lo tanto, con una gran necesidad de encontrar villanos a su alrededor para salvarnos a todos de estas fuerzas de la oscuridad y así poder demostrar al mundo lo increíblemente heroico que es. A más grande la necesidad de actuar de defensor de los débiles y las grandes causas mágicas que harán brotar leche y miel de la tierra prometida, más villanos necesitamos para sentirnos a gusto: el odio se traslada a un grupo cada vez mayor de personas, y peor aún, de personas con las que convives para así poder "poner en práctica" con asiduidad tus dotes de caballero andante, proclamando a los cuatro vientos tu afán de tolerancia y amor con todo el universo, salvo con las personas que te rodean. Ahora tus vecinos pasan a ser villanos: fascistas, rojos, tanto da, están entre nosotros, acechando. El siguiente paso es el que hace la vida del fanático triste y miserable: si estamos rodeados de gente malvada y villana, el mundo pasa a ser un lugar horrible y asediado por las fuerzas del mal. O un país donde la mitad de la población es "fascista" y descendiente directa de las colas para despedirse de Franco, ya ven.

Triste es lo expresado por el Gran Wyoming y el coro que le ha aplaudido, pero más triste todavía debe ser vivir en la realidad alternativa creada por la mente fanática, un lugar donde ser madrilista o que te gusten las películas de Almodóvar son un signo de villanía, y donde la mitad de los habitantes de España incluyendo los vecinos con los que tratas a diario quieren devorar a tus bebés porque resulta que votan al partido equivocado. Me gustaría pensar que nuestros largos 5 siglos de historia dan para aprender muchas lecciones, pero francamente, seguimos tropezando con la misma piedra una y otra vez. Como los tontos del proverbio, nos quedamos embobados mirando el dedo de la ideología, sin prestar atención a la Luna del fanatismo al que esta apunta. Y así no hay país que pueda salir de una crisis, señores, por lo que pongámonos a ello.

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