martes, 24 de diciembre de 2013

Felicidad y Navidad VS el cabreo como ideología

Vamos a ser claros: la felicidad no cuenta con buena reputación en España. Ojo, no hablo del optimismo, ese sentimiento infantil de que todo va a salir tal y como queremos porque lo deseamos muy, muy fuerte. A los españoles nos mola todo lo relacionado con la adolescencia emocional. No. Hablo de la felicidad. Y por extensión, de su aliado natural: la Navidad. Aquí estas cosas nunca se han mirado con buenos ojos. Sobre todo la izquierda, en eterno réquiem desde la Guera Civil. El español, para demostrar que algo o alguien le importa, lo demuestra cabreándose, cabréandose mucho, muchísimo, poniendo caras largas, berreando, dándose golpes de pecho, ya me siguen. La madre demuestra su amor a su hijo gritándole por todo, las parejas, discutiendo entre sí, y los luchadores sociales, yendo por la vida con caras de no haber follado durante años. Eso crea un ambiente jodidamente irrespirable, en el que la felicidad no tiene cabida. Ni mucho menos la Navidad, claro. Ha llegado la hora de empezar a talar cabrones.

Merry fucki'n Christmas, y'all!





Porque ¿Cómo vas a estar feliz y de celebraciones con toda la mierda que está pasando a tu alrededor, insensible y asquerosa y egoísta criatura, eh? Lo intelectual, lo responsable, lo adulto, es sentirse culpable o avergonzado por ser feliz, no demostrarlo (no vayas a dar envidia por ahí, eh) y sobre todo, aprovechar hasta la última gota de tu odio para luchar contra EL MAL con mayúsculas y lograr grandes cosas como... como, ehmmm...

Como que no sirve ni para tomar por el culo. Así de claro. El cabreo es una de esas tantas cosas inútiles que los españoles amamos y nos apegamos a ella por lo que representa, no por su utilidad real. Como tal, es una gilipollez. De sentimiento adulto, nada. El cabreo es una reacción natural, pero el cabreo constante es propio de catetos emocionales. Niños con pataletas en cuerpo adulto buscando una gran causa ideológica que justifique su falta de autocontrol y madurez. Los psicólogos lo tienen bastante estudiado. Al contrario de lo que pasa con otras emociones negativas como, pongamos, la tristeza, el malestar o el miedo, el cabreo u odio es la única emoción que al expresarla, lejos de atenuarla al darle salida y desahogo, se retroalimenta. Hagan el experimento si no me creen: pónganse a hablar a gritos con el ceño fruncido y a recordar algo que les enfadó hace años y que en principio es "agua pasada". Verán como al final, lejos de sentirse menos enfadados, se sentirán mucho más cabreados que cuando empezaron.

Sin embargo, a eso le damos un gran valor en nuestra cultura. Cabrearte por algo es signo de que te importa. Si te importa la sociedad, cabréate por ella, si te importa tu pareja, a ponerte celoso y enfermizo. Muy "lógico" todo, sí. Normal que eso del budismo nunca pegara fuerte en estas tierras.

Sin embargo la felicidad... ¡Puaj! Eso es de idiotas. De niños. De gente infantil y estúpida. La felicidad te hace conforme, alienado, aborregado, aburguesado, además que es la única cosa en la que coinciden todas las religiones del mundo (algo malo tiene que haber ahí, seguro), y encima le interesa al capitalismo, que eso es lo que venden los anuncios, y todo el mundo cuando es feliz es parecido pero cada uno se cabrea a su modo personal y eso es valioso porque acrecienta mi identidad individual y al fin y al cabo, Adolf Huxley hablaba de "Un mundo feliz" ¿No?

Pues no, copón. Deja de decir chorradas.  Y empieza a leer los libros de Huxley en vez de quedarte en sus portadas. Porque:

La felicidad es poderosa.  Es, de hecho, una de las fuerzas más poderosas que existen. Más que el amor, incluso. El estado opresor de Huxley era fuerte porque hacía débiles a sus ciudadanos: al robarles la capacidad de lograr su propia felicidad y depender del soma para lograrla, les esclavizaba. Un ciudadano capaz de ser feliz por sí mismo sin depender de que su equipo gane la liga, de poder comprar el último modelo de teléfono móvil o de si su gobierno está conforme a sus ideas; es un ciudadano poderoso, independiente y difícilmente manipulable por nadie ni nada, capaz de pensar y más aún: capaz de actuar. Thomas Jeffersson escribió en la declaración de independencia de los EEUU que los hombres, al ser creados iguales, tenían derechos inalienables a "la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad". ¿Quieres emancipar al mundo, liberar a la humanidad? Comienza por emanciparte a ti mismo. Tú también formas parte de la humanidad. Haz tu parte.

La felicidad no es egoísta, si no solidaria. Destierren de una vez ese sentimiento ridículo de culpa, propio del catolicismo rancio mal entendido. Dejen de flagelarse porque haya personas en una situación más desfavorecida que la suya. Eso no implica olvidarse de ellos ni ignorarles. Pero sean conscientes de que su sufrimiento no les ayudará en nada. No les dará de comer, no les calentará en Invierno ni les consolará. No se engañen: A mi siempre me han gustado las grandes causas sociales. Vivir por ideales más altos y grandes que mi mismo. Sin embargo, me veía incapaz de hacer nada, y de lograr nada. Porque el Ikael cabreado con el mundo, no vale ni para tomar por el culo. Se queja, todo le parece imposible de solucionar, todo le parece inabarcable, todo le paraliza, todo le cabrea hasta que al final lo importante es mi cabreo, y no su causa. El Ikael feliz y sereno ha logrado ayudar a muchísimas más personas que el Ikael resentido. Porque al ser felices, sabemos a dónde queremos llevar a los que nos rodean y habitan en nuestra sociedad. En vez de limitarnos huir de aquello que nos horroriza, en vez de convertirnos en luchadores "anti", en vez de ser reactivos y reaccionarios, pasamos a ser activos. Por algo se llama "activismo social": porque trabajas en pro de algo, no en contra de nada. ¿Quiénes han conseguido más resultados tangibles, Plataforma por la Dación en Pago o Izquierda Anticapitalista? Oh. OH.

La felicidad es adulta. La manera de saber si alguien es un hombre sabio, es ver si es feliz. Son los adolescentes los que se vuelven emos, no los ancianos. Figuras religiosas, neuropsicólogos, filósofos, estadistas... el ser humano cuando aspira a la grandeza, aspira a la felicidad, a estudiarla, entenderla, y extenderla lo más posible entre sus semejantes y para ello dedica tiempo, inteligencia, dinero e incluso, su propia vida. Nos obsesiona porque es fácil perderla de vista. Que la posean los niños no significa que sea algo infantil o simple. Los niños también poseen muchos años de vida por delante y no por ello considerarmos la esperanza de vida sea "algo infantil" o que aumentarla sea un objetivo pueril

La felicidad es revolucionaria. Porque nadie cambia ni una sociedad cuando no se tiene esperanza. Nunca salgas de revolución con un nihilista: son gente con voluntad no de cambio, si no de hacerse los mártires. Revolucionarios de pacotilla. Los grandes revolucionarios del mundo, tenían una sonrisa de oreja a oreja. Y de infantiles y blanditos no tenían nada: Mandela, Ghandi, Jeffersson, eran puro acero. Sonriente, pero acero. Al fin y al cabo, si no se puede hacer nada ¿para qué intentar cualquier cambio? Si toda la sociedad y el mundo son una mierda malvada y horrorosa ¿por qué quieres salvarlos? ¿Para colgarte una medallita? No. Luchas porque hay cosas (¡Muchas cosas!) que te hacen feliz. Y a más existan, más querrás luchar por su futuro.

Ser feliz no implica estar conforme ni estancado, si no en marcha. La felicidad te da la perspectiva y serenidad necesaria para ver qué cosas puedes mejorar de tu vida, y por dónde empezar a ello, en vez de que te todo se te haga una tarea imposible e inabarcable.

La felicidad pertenece a los valientes. Y si no que se lo digan a esos titanes que han acompañado a sus parejas de compras de Navidades en Sol. Porque lo que no te cuenta el que farda de las fotos de fiestas en Facebook, novia adorable con los amigotes, o gran carrera profesional en las reuniones navideñas, es que tuvo que agarrarse los machos y saltar a la piscina vacía una y mil veces para conseguir todas esas cosas.

Así pues, que le jodan a los complejos y al intelectualismo de pose estudiada. Que viva la Felicidad y las Navidades, y todo aquello que os haga felices, ya sea el sexo loco, serena meditación, emborracharse, reflexionar, la amistad, amor, ver a Rajoy colgado de un pino. O mejor aún: ver a alguien mejor que Rajoy, en el puesto de presidente. Y a Rajoy, trabajando en un Ikea. Sí, es sueno muy ñoño. Pero me la pela, por que soy feliz ¡JA!

Feliz Navidad a todos.

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