Excelente pregunta |
Harto ya de informes PISA, leyes
Wert, recortes en educación, etc., voy a escribir acerca de la adolescencia y
sus connotaciones. Soy Santiago Estrada, soy neuropsicólogo, y me dedico a trabajar con niños y adolescentes
con Déficit de Atención e Hiperactividad, trastornos de personalidad y de
conducta desde hace ya 7 años. Pese a que las referencias, debido a la
población con problemas que trato, puedan parecer sesgadas, os aseguro que he
descubierto una serie de mitos, aspiraciones y prejuicios asociados al concepto
adolescente; me he movido por institutos, he conocido a los amigos de varios de
mis chicos, he indagado en sus
aficiones, estilo de vida y aspiraciones y he sacado varias conclusiones
al respecto.
En primer lugar, el adolescente no es un descerebrado:
si, la primera en la sien. Llevo muchos años intentando dilucidar el porqué
muchos de los chicos con los que trabajo son brillantes en algunas cosas y
francamente mediocres en otras; porqué carecen de cultura general, son
monótonos en la administración de su ocio y parecen desposeídos de aspiraciones
vitales. He llegado a la conclusión siguiente: existe una brecha brutal entre
lo que se aprende en el instituto y la vida real. Sí, suena a típico argumento
abstracto para quejarse de la situación actual y a típico panfleto New Age
tontorrón, pero es cierto.
Cuando digo que los chicos no
generalizan lo que aprenden en el instituto, es debido a que ningún, repito,
NINGÚN adulto se ha propuesto hablar con ellos acerca de lo que han aprendido. Si bien el conocimiento adquirido en primaria es, fundamentalmente,
instrumental, enfocado en habilidades básicas para la vida diaria (manejo
de las cuatro reglas matemáticas, comprensión lectora, conocimiento acerca del
medio, unas mínimas pautas de conducta,
etc…), en secundaria se propone un nivel de abstracción mayor, si se
prefiere, de humanismo; un entrenamiento en habilidades complejas,
reversibilidad de operaciones, tolerancia a la ambigüedad (ya hablaré de ella
con más profundidad en otro momento), espíritu crítico y, fundamentalmente, un
desarrollo de la autonomía personal de lo que va a ser un ciudadano de pleno
derecho (por eso se llama Educación Secundaria Obligatoria).
El problema surge cuando un
adolescente no puede hablar con nadie de estas cosas más abstractas, más
complejas… Ciertamente, es evidente que con un nivel de primaria no mueres en
el mundo actual: manejas el dinero, puedes trabajar ejecutando órdenes y tareas
más o menos sencillas, evitas ciertos peligros, cruzas en verde o comprendes
mínimamente un texto (o sabes dárselo a quien lo comprenda)…. Puesto que todos
estos conocimientos son del día a día, no
hace falta confrontarlos ni discutirlos: se aprenden y repasan de forma
implícita desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
Los otros conocimientos,
adquiridos en la ESO, son de difícil aplicación
directa pero, no por ello, menos importantes. Si un chico no habla de
ellos, los comenta con alguien o experimenta alguna de esas facetas del mundo
en sus propias carnes los olvida porque, simplemente, no los repasa. ¿¿Garcilaso de la Vega??, ¿¿trigonometría??, ¿¿ecuaciones???,
¿¿dónde está Berlín?? y, ¿¿la Guerra
Civil Española?? ¿¿Mitosis??.... Como se ve, hay muchos ejemplos de
conocimientos que no tiene aplicación
directa en la vida de un chico de 14-18 años (más bien 12- 20, craso error
adelantar la secundaria, y ya explicaré otro día el porqué, así como la
lamentable la prolongación de la adolescencia…)
Estos conceptos sólo pueden
repasarse si alguien les da un valor
añadido, los cultiva en su cabeza y los riega diariamente. Y ese alguien no
es otro que un adulto: alguien que haya vivido en su trabajo, en su tiempo
libre o en su vida esas realidades.
Recuerdo un profesor de lengua
que tuve, probablemente el más influyente que he tenido en mi vida, que nos
leía los viernes por la tarde poesías de Cernuda tras bajar levemente las
persianas, recortada su figura a contraluz y con voz de barítono… un tío que se
apellidaba Agudo y que se ganó, holgadamente merecido, el mote de Jefe Agudo. Un
tipo que no adoptaba la postura del sabelotodo pasado de vueltas, ya aprenderás
de la vida, no tienes ni idea, resoplos, me voy a tomar un café… un tipo que
escuchaba nuestras opiniones con neutralidad (seguro que riéndose por dentro en
más de una ocasión), pero alentándonos a lo más importante: seguir pensando.
Ah, sí, que importante es el proceso, el medio, el aprendizaje por el camino, no el resultado… quedarse embelesado viendo disfrutar a un cincuentón de una poesía… fascinante. Joder, ¡qué peso adquirió Cernuda en mi vida de repente y, por extensión, la literatura Española! ¡hasta me puse a escribir! Y creo que no fui el único. Todo ese teatro de la luz, sentarse en la mesa, leer suave, declamar… consiguió azuzar a unos tíos de diecisiete años para que buscaran algo interesante en esa escena, en la práctica de la lectura y en su vivencia.
Ah, sí, que importante es el proceso, el medio, el aprendizaje por el camino, no el resultado… quedarse embelesado viendo disfrutar a un cincuentón de una poesía… fascinante. Joder, ¡qué peso adquirió Cernuda en mi vida de repente y, por extensión, la literatura Española! ¡hasta me puse a escribir! Y creo que no fui el único. Todo ese teatro de la luz, sentarse en la mesa, leer suave, declamar… consiguió azuzar a unos tíos de diecisiete años para que buscaran algo interesante en esa escena, en la práctica de la lectura y en su vivencia.
Y no quiero cargar toda la
responsabilidad de esta educación a la
comunidad educativa, en los profesores, quienes bastante tienen ya con unas aulas
llenas de chicos que pasan de ellos, que en ocasiones les insultan, creando una
situación altamente desilusionante. ¡Claro que hay profesores aburridos y sin
motivación, o algunos que pierden los papeles a la mínima!, pero para poner en
claro las cosas os propongo el ejercicio mental de pensar en la situación de un
profesor de secundaria medio (quizá un tío/a sin talento excepcional, pero un/a
trabajador/a cualificado/a y una persona que merece un mínimo respeto):
levantarte todos los días para ir a trabajar a un sitio en el que sabes que no
vas a ser escuchado; desempeñar una labor para la que creíste tener vocación
(algunos no la tuvieron nunca, pero creo que son la minoría) y que día a día se
convierte en motivo de frustración, horadando gradualmente el que creíste que
sería el leit- motiv de tu vida:
transmitir conocimientos a futuros ciudadanos; vivir tu día a día sin feedback de cómo estás haciendo tu
trabajo…. Cómo se ve, es un paisaje desolador para cualquiera y que perpetúa bidireccionalmente
la situación de hastío en los dos bandos implicados.
Me gustaría, por tanto, hacer hincapié en el que creo que es el actor principal en la formación de los pre-
adultos (no post- niños) que son los adolescentes: la propia comunidad adulta. Entiéndase ésta como familia próxima
(padre, madre, y hermanos), tíos, primos, amigos de padres, etc… Toda esa gente que, en general, pasa de
largo ante “el pavo” de los adolescentes y la “falta de experiencia”, con ese
discurso de “lo tenéis todo y no dais nada a cambio”. Somos nosotros quienes
tenemos la responsabilidad de hablar con los adolescentes, de confrontar sus
experiencias con las nuestras, de explicarles nuestro trabajo diario (es
impresionante la cantidad de chicos que no saben exactamente a lo que se
dedican sus padres), de ver el telediario con ellos y comentar las noticias, de
preguntarles y charlar sobre alguna de las cuestiones estudiadas en el
instituto (no solamente acerca de los resultados obtenidos en exámenes y
trabajos), de enseñarles pericias y habilidades extra-curriculares (cambiar un
enchufe, pintar una valla o saber cómo ligar…).Yo he tenido la suerte de tener
unos padres bastante proclives a la charla en ese sentido y, creedme, no hay
día en que no lo agradezco.
Recuerdo llegar a casa por la
noche con quince años, a eso de las diez y media y encontrarme, con cierta
frecuencia, el salón lleno de adultos departiendo acerca de diversos temas.
Muchos de ellos eran tipos brillantes en sus profesiones (editores, escritores,
pintores, etc…) y otros, simplemente, buenos compadres, pero no por ello
escasos de recursos y conocimientos. Recuerdo, también, que siempre se fomentó, con delicadeza y cariño, mi acercamiento a
ellos y a su conversación, impostadamente elevada en ocasiones, acerca de
política, religión, viajes, mitos y leyendas, literatura, etc…
Muchas veces me
perdía y preguntaba, otras veces escuchaba, aprovechando para atacar al queso
curado y al jamón, y algunas veces participaba, a petición propia o de ellos,
pero siempre me iba a la cama pensando en algo desconocido, potencialmente
fascinante o en lo pedante o cabezona que puede llegar a ser una persona con
independencia de su edad….
1 comentarios:
Me ha gustado mucho, si señor. Yo también tuve la suerte de ser "invitada" a algunas charlas de adultos cuando era cría :)
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